lunes, 15 de septiembre de 2008

BANCO

Omar se sienta solo, en la plaza de Alta Córdoba, a escribir en su libretita nueva. Está contento porque su libretita nueva tiene a los Beatles en la tapa. Las palabras no le salen, solo atina a imaginar a Clara, sentada en un banco muy distinto, de una plaza demasiado lejana. Clara también se sienta sola, pero nunca estará tan sola como Omar, el impostor.
Las lineas que salen del lápiz de Omar no tienen forma de letras, sino que imitan mal las formas de Clara. Por un instante Omar piensa que no recuerda a Clara, pero se consuela al convencerse de que nunca fue un buen dibujante. Siempre lo amargó no saber dibujar, hoy es su triste consuelo, triste, pero dulce como todos.
Un árbol seco cubre a Omar del sol abrasador, que se resiste a bajar, quieto, brillante, cerca del cenit. Omar lo mira con los ojos entreabiertos y siente que las horas se niegan a pasar, como si quisieran quedarse para siempre, cual sicarios ensañados del destino.
Fue el azar el que puso a Clara frente a Omar, él no pudo resistirse, no quiso hacerlo. Fue dictamen del destino que Clara consiguiera, justo entonces, ese puesto que tanto buscó en la embajada de ese absurdo país africano. Había buscado con tanto ahínco es puesto, durante años, recorriendo pasillos y llenando largos y escandalosamente estúpidos cuestionarios.
Omar ya no recuerda a los Beatles, ya olvido la ingenua felicidad que lo invadió al verlos ahí, llamándolo desde la tapa de una libretita de tres por dos pesos con cincuenta. Ahora lo aborda la dulce tristeza de saberse amado y de no saber que hacer con eso.
Omar se levanta de la plaza y camina por Isabel la católica, serán cinco cuadras, más o menos, hasta la calle Mendoza, cerca de la esquina esta la casa del gordo Paulo.

1 comentario:

¿que me contas?